martes, 27 de septiembre de 2011

Un día de furia (1992) - Falling Down


¿Puede haber una película que refleje mejor lo que siente la mayoría de la gente en estos días de crisis, recesiones, bodas de duquesas, políticos corruptos y 2000 euros de dietas? Yo creo que no, ya que Un dia de furia, del irregular Joel Schumacher, se ha convertido en un icono para todos los ciudadanos indignados de  las grandes ciudades desde que se estrenara, hace casi 20 años.


Estamos ante una película que ha recibido tantas críticas como alabanzas. Se la ha acusado de ser una declaración fascista, pero también de ser un alegato anarquista. Unos dicen que es una película de extrema derecha, otros dicen que es de extrema izquierda. Lo cierto es que simplemente es una película, pero los críticos son bastante toca-pelotas. Y es que este film bebe del estilo cultivado por el thriller de los años 80 (que a su vez bebía del que se creó en los 70, gracias a gente como Siegel o Peckinpah).

Un día de furia comienza con William Foster (Michael Douglas) metido en un monumental atasco en una carretera de Los Ángeles, mientras se dirige a casa de su ex mujer por el cumpleaños de su hija. Foster, un trabajador del ministerio de defensa, sufre un desequilibrio mental que solo se manifiesta en situaciones límite, y más de una de esas situaciones está apunto de aparecer...


Así que Foster se le cruzan un poco los cables y se ve forzado a abandonar su coche en el atasco y salir a buscar un poco de aire fresco. Ese hombre conservador, que viste como visten los controladores de la NASA de las películas ambientadas en los 70 y que tiene un corte de pelo de estilo militar, parece relajarse un poco, pero pronto se encontrará con problemas cotidianos que aparecen en cualquier ciudad: unos matones que te quieren chulear, un tendero que te trata como si fueras basura, una hamburguesería que te repite una y otra vez sus estúpidas reglas a la hora de servir desayunos, un fanático nazi que te cree su igual...


En una crítica un tanto tramposa (aunque innegablemente hábil y valida) de la sociedad urbana moderna, un Foster instalado en el nihilismo, por culpa de una serie de sucesos aleatorios, se introduce en una huida hacia delante que va cogiendo más y más velocidad, hasta que alcanza el punto de no retorno. Foster se convierte en un vengador urbano, en un libertario anarquista que encarna toda la frustración del ciudadano medio, aunque este ciudadano medio esté también medio loco.


Por otro lado tenemos al policía que se enfrenta a su último día de trabajo antes de retirarse, Prendergast (Robert Duvall), que seguirá los pasos de un cada vez más desquiciado Foster, e intentará pararle los pies. Se nos presentan, por lo tanto, a dos hombres (casi) corrientes enfrentados por cuestiones de puro azar. El mensaje es que el espectador podría ser cualquiera de los dos, que solo los pequeños detalles te pondrían a un lado o al otro de la línea. Hay algo de terror en esta película. Hay algo que nos asusta al mostrarnos una parte oculta de nosotros mismos, una parte que nos da algo de miedo, y que también nos gusta un poco.


Todavía me extraña que ninguna televisión haya aprovechado el momento que vivimos para poner una y otra vez esta película, esta especie de V de Vendetta alocada y colorista hija de los 90. Es una película cínica, tramposa, juerguista, nihilista, pero también angustiosa, triste... Consigue que empatices con los dos protagonistas, consigue que hagas tuyos sus problemas. Notas ese horrible calor de Los Ángeles, la opresión de ese ambiente lleno de polución, notas que, cualquier día tú podrías ser otro William Foster.

Esta es, ante todo, una película divertida, entretenida y ágil, pero también un espectáculo claustrofóbico y nihilista que puede afectar a más de uno. Les añado algunos de los mejores momentos del film, algunos de los detonantes que van subiendo el mercurio en el termómetro de William Foster:

La escena del dependiente Coreano:



La escena de la hamburguesería:



La escena del nazi de la tienda militar:


Título original: Falling Down. Dirección: Joel Schumacher. Guión: Ebbe Roe Smith. Música: James Newton Howard. Fotografía: Andrzej Bartkowiak. Reparto: Michael Douglas, Robert Duvall, Barbara Hershey, Rachel Ticotin, Lois Smith.

LO MEJOR: La capacidad que tiene para hacernos sentir todo lo que siente el protagonista. Un ritmo frenético.

LO PEOR: Es algo tramposa y poco sincera. A veces parece que hay muchas acciones y que faltan algunas reflexiones, la película podría tomarse un respiro para ganar profundidad.

NOTA: 7/10.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Excalibur (1981)


En los últimos años se ha puesto muy de moda eso de "las películas desmitificadoras". Esto no estaría mal si esas películas no trataran sobre mitos. Personalmente no aguanto eso. Mis películas legendarias me gustan míticas y épicas. Estoy hasta el pene, si me permitís la expresión, de joder mitos cuando no es necesario. ¡Señores, no estamos hablando del salvaje oeste, estamos hablando de leyendas! En este caso artúricas. Y hoy trato una de, para mi, las mejores sobre el tema. Una película inmensa de británico John Boorman, la sin igual Excalibur.


Aquí tenemos leyenda artúrica pura y dura: la espada Excalibur es un regalo de la Dama del Lago, y además es una espada mágica (¡como debe ser!), los caballeros de la Mesa Redonda parecen caballeros, el Grial trae poder... ¡Esto es lo que queremos del Rey Arturo y sus secuaces! 

Ahora se ha puesto de moda que Arturo sea una especie de legionario romano con una espada de mierda. ¿Pero esto qué es? Arturo (Nigel Terry) tiene que ser el hijo bastardo de Uter Pendragón (Gabriel Byrne), y tiene que sacar la espada de la piedra para pasar en un sencillo paso de ser paje a ser rey. ¡Joder! (Perdón).


Y es que aquí el mago Merlín (Nicol Williamson) hace magia, y Morgana (Helen Mirren) también hace magia. Por cierto, vaya reparto completito que llevamos, ¿eh? Pues todavía queda por nombrar, entre otros, unos jóvenes Liam Neeson (que hace del caballero Gawain) y Patrick Stewart (Leondegrace). No me puedo creer que no os apetezca tiraros al videoclub (es una forma de hablar, porque todos sabemos que ya no existen) a por una copia...


Y sí, la reina Ginebra (Cherie Lunghi) le pone la cornamenta, el astado, las comillas, o como queráis llamarlo al rey Arturo con su primer caballero y mejor amigo, el bravo Lanzarote (Nicholas Clay). Y Morgana engaña a Arturo (que es su hermano) para engendrar al malvado Mordred (interpretado por el malogrado Robert Addie). Así eran estas cosas en aquellos tiempos que nunca existieron. No juzguéis si no queréis ser juzgados...


Esta película es una maravilla visual, una historia contada a la antigua usanza, con unas armaduras que parece que pesan, y que brillan y refulgen (menos la del caballero negro, claro). Para colmo, el gran Trevor Jones pone la música. Sí, esta es una película épica, pero no al estilo épico de Michael Bay, no, esta es una película que pertenece a otra época, al estilo de la Los señores del acero (que debe mucho a Excalibur) de Paul Verhoeven, o al cine de Richard Fleischer.


Y sí, al final Arturo se va a Avalon, donde descansará ni vivo ni muerto hasta que tenga que volver a salvarnos a todos de esta mierda de mundo lleno de políticos (por favor, Arturo, vuelve pronto, que van a hacer mas recortes en sanidad y educación).

Excalibur es una película dura, áspera, pero tremendamente gratificante. Es pura aventura, espada y brujería ochentera. Sangre en el campo de batalla. Honor, venganza, redención, perdón... El grano de la película es gordo y feo, la fotografía de Alex Thompson nos rasca las retinas, y qué gran decisión fue esa. Aquí no hay HD ni 3D, ni pollas en vinagre. Aquí hay cine.


La niebla de guerra (tan presente en los videojuegos) es omnipresente a lo largo de la cinta. Una sensación de angustia, de claustrofobia viendo un mundo que se termina, una huida hacia delante de un tiempo que se precipita hacia la extinción. Ese es el mensaje de Excalibur, caballeros de brillante armadura, con sus debilidades humanas, en un mundo que cambia, muta y se vuelve impredecible e irreconocible. Todo eso lo vemos en la mirada del más fiel caballero, Perceval (Paul Geoffrey), mientras intenta atrapar un mundo que se le escapa entre los dedos.


Estamos ante un hermoso cuento. Posiblemente "el cuento" por excelencia. Y John Boorman nos lo presenta como debe ser, con toda la magia, sin abusar, sin saturarnos, pero poniendo una guinda tras otra en los momentos debidos. Así se forjan las leyendas...

Título original: Excalibur. Dirección: John Boorman. Guión: Rospo Pallenberg, John Boorman. Fotografía: Alex Thompson. Música: Trevor Jones. Reparto: Nigel Terry, Nicol Williamson, Helen Mirren, Paul Geoffrey, Gabriel Byrne, Nicholas Clay, Robert Addie, Liam Neeson, Cherie Lunghi, Patrick Stewart.

LO MEJOR: La épica contenida y bien entendida elevada a su máxima expresión. Un peliculón de otra época que se fue para no volver.

LO PEOR: Puede ser algo difícil de ver para los profanos, no es una película para todos.

NOTA: 8.5/10

jueves, 15 de septiembre de 2011

El secreto de la pirámide (1985) - Young Sherlock Holmes


Lo que hoy os traigo no es otra cosa que uno de los títulos más míticos del cine de aventuras juvenil de los 80, y que seguramente ocupe el más alto escalón junto con Los Goonies y las aventuras de Indiana Jones, y ese título no es otro que la deliciosa El secreto de la pirámide, esa película basada en el universo del genial investigador Sherlock Holmes (que ya visitó este blog con "la vida privada" que nos mostró Wilder) que Steven Spielberg se empeñó en producir.


Y es que en esta ocasión estamos ante uno de esos títulos llamados "what-if", que viene a ser un "y sí..." que construye una historia alternativa, o que ofrece un nuevo punto de vista sobre algo. En este caso, los chicos de Spielberg decidieron coger el mítico personaje de Conan Doyle y su universo, y construir con todo eso una comedia juvenil de aventuras. A primera vista, esto podría haber cargado las tintas de los seguidores acérrimos del personaje, sin embargo, el experimento funcionó y resultó grato. Una especie de broma bienintencionada que jugaba con la idea de unos adolescentes Sherlock Holmes y John Watson conociéndose en un prestigioso internado inglés y comenzando sus correrías e investigaciones. 


Obviamente, esta idea puede parecer absurda para los seguidores del personaje, pero en la propia película se advierte de que precisamente por eso se juega con ese concepto. Ahí está el "what-if" del que hablaba antes. ¿Se imaginan que hubiera pasado si Watson y Holmes se hubieran conocido en sus años mozos? Sin lugar a dudas hubieran vivido geniales aventuras. Y eso es lo que pasa.


La película es recordada por la gente de mi generación (generación Naranjito y alrededores) por muchas razones: por un lado tenemos una ambientación impresionante (realmente respiramos ese Londres victoriano sumido en la niebla del Támesis), por otro unos efectos especiales pioneros (la mítica escena del  caballero-vidriera es el mejor ejemplo), y por último una historia que compacta de forma genial el tono de aventura pulp de los años 20 y 30 con el universo de Sherlock Holmes, plasmado en el guión de Chris Colombus, que ya empezaba a despuntar.


La producción, como ya he comentado, es exquisita. No estamos ante una obra maestra del séptimo arte, pero estamos ante una obra perfecta, al menos de la forma en que fue diseñada. Y si la ambientación, los decorados, el arte, los efectos especiales, la historia, el marco histórico, y muchas cosas más fueron muy bien escogidas, el reparto no se iba a quedar atrás.

¿Alguien podría imaginarse ahora a otro joven Sherlock Holmes que no fuera Nicholas Rowe? Seguramente no, y es que este actor británico alcanzó con esta, la que fue su segunda película, su papel más importante y recordado. Rowe ha seguido trabajando a su ritmo, y es que le gusta hacer las cosas bien. Hijo de un importante político, estudió lenguas hispánicas (habla perfectamente español, francés y portugués, además de su inglés nativo), y compartió su vida con la actriz Lou Gish hasta la muerte de ésta, a los 38 años en 2006.


Para el papel de John Watson, se escogió al joven Alan Cox (hijo del actor Brian Cox), y la chica de la película, la cual está ahí principalmente para morir y producir esa apatía amorosa en Holmes, es interpretada por una realmente guapa Sophie Ward, en el papel de Elizabeth Hardy, la sobrina del mentor y amigo de Holmes, el profesor Waxflatter (interpretado por Nigel Stock).

El malo (que como puede verse en la escena que se muestra tras los créditos finales se convertirá en la némesis de Holmes, el malvado profesor Moriarty) no es otro que el profesor Rathe (interpretado por Anthony Higgins), que acompañado por su hermana y por una secta de criminales con gusto por lo egipcio, hará una escabechina entre las clases intelectuales egiptólogas de Londres.


Tenemos acción, aventuras, momentos cómicos (genial el ataque de terror que tiene Watson en el cementerio, en el que es atacado por pequeños pastelitos salidos del infierno de los Teleñecos), momentos dramáticos... Todo llevado con un ritmo espectacular por Barry Levison. ¡Y qué música! La suite compuesta por Bruce Broughton está a un nivel muy alto, y se convierte en un personaje más de la cinta. Sin lugar a dudas una de las bandas sonoras clave de los 80. Por cierto, su melodía fue usada de forma bastante ridícula en los teasers de El Internado, de Antena 3, antes de ser estrenada.


Esta película se diseñó de forma impecable: universo Holmes, Egipto, Londres victoriano... Me cuesta imaginar un mejor marco para una historia de aventuras. Además, el resultado fue genial. Puro cine de aventuras de los 80, con ese diseño de producción tan característico y entrañable. Fue la primera película que introdujo el CGI (imagen generada por ordenador) en la escena del caballero-vidriera, pero mantiene ese inconfundible aroma a autenticidad que irónicamente tenían aquellas películas de cartón piedra y antorcha en mano. ¡Lo mejor para una tarde invernal de domingo!

Título original: Young Sherlock Holmes. Dirección: Barry Levison. Guión: Chris Colombus. Música: Bruce Broughton. Fotografía: Stephen Goldblatt. Reparto: Nicholas Rowe, Alan Cox, Sophie Ward, Anthony Higgins, Susan Fleetwood, Nigel Stock, Roger Ashton-Griffiths, Freddie Jones.

LO MEJOR: Universo Holmes y la egiptología de la época victoriana juntos. Diversión sin freno. Genial música. Nos creemos lo que vemos y somos transportados a ese mundo.

LO PEOR: Si hubiera sido un poco más oscura, la película hubiera alcanzado cotas difíciles de imaginar.

NOTA: 7.5/10

viernes, 9 de septiembre de 2011

Centauros del desierto (1956) - The Searchers


Esto no es que sea un clásico, no, es un título imprescindible, una película que debería ser obligatoria en los colegios (ni siquiera estoy diciendo que se imparta una asignatura de cine o de cultura en general, podría aceptar que la mostraran en Historia, o en Conocimiento del medio, en lugar de aprender los riachuelos más importantes de la endogámica provincia que toque, o en Religión, o en Ética, donde sea). 

Estamos ante una de las películas más complejas y redondas de, pónganse de pie, el titán John Ford. Palabras mayores aquí, ¿eh? Y además viene acompañado por su actor fetiche, el Duque, el oeste encarnado, el mítico John Wayne, en una de sus mejores interpretaciones (seguramente la mejor).


Nos encontramos el salvaje oeste de Ford, esa basta tierra, extrañamente hermosa, de espacios abiertos, de paisajes lunares y marcianos, en los que los hombres vagan, viven, matan y mueren. El western de la libertad, en el límite de la realidad, donde solo un puñado de tipos se adentran, más allá del límite del poder de Dios. Allí, el desierto es el infierno y el cielo. Es un sistema perfecto, herméticamente cerrado, que conforma una fábula perfecta.


Centauros del desierto no solo es uno de los títulos más importantes del género, sino que es claramente una de las mejores películas de la historia del cine. Se trata de una historia compleja, llena de lirismo, de simbolismo. No se puede ver para pasar el rato, hay que estar atento a los detalles, es entonces cuando aparecen los temas: la fidelidad, la venganza, el miedo, la soledad... No, no se trata de una película en la que salen tíos duros pegándose tiros y andando lentamente, aquí tenemos a hombres y mujeres de verdad, auténticos, enfrentados a su tiempo. La película es una búsqueda, incluso antes de que la "busqueda" comience.


Por un lado tenemos a Ethan (John Wayne), un rudo hombre del oeste, un aventurero, un nómada, un soldado derrotado que regresa de la guerra pero que no sabe a dónde dirigirse realmente, ya que su hogar no es su hogar, y solo en el camino tiene la incertidumbre de la esperanza, de que algo suceda. Por otra parte, tenemos a Cicatriz (Henry Brandon), un indio comanche que movido por la venganza (todos sus hijos fueron asesinados) ataca a los colonos de las granjas de la zona.

Desde el primero momento Ford deja muy clara la relación que hay entre Ethan y Cicatriz. Son un mismo yo en lugares diferentes del espectro. Son iguales, y solo se diferencian en los matices.


Tras una maniobra trampa de los comanches, la familia de Ethan es asesinada, pero su pequeña sobrina Debbie (Natalie Wood) ha desaparecido. Al no encontrar su cadáver, Ethan comprende que los comanches se la han llevado para criarla como uno más de ellos. Es entonces cuando con la compañía de su único pariente vivo a excepción de Debbie, Martin (Jeffrey Hunter), comienza una búsqueda sin descanso tras los pasos de Cicatriz, y por lo tanto, de Debbie.

Se podría tener la tentación de pensar que Ford trata a los indios comanches como sádicos bárbaros que atacan a gente inocente y a los blancos como pobres indefensos que solo buscan vivir en paz, pero nada más lejos de la realidad. De hecho, los ataques de los indios se producen en elipsis, mientras que los ataques de los blancos se muestran con toda su crudeza. Ford nos deja claro que no hay buenos ni malos, pero deja claro que tiene un amplio respeto por los indios, a los que ataca, pero también justifica.


Por momentos, la película se convierte en una comedia negra de colegas, o buddy movie, contando las andanzas de tío y sobrino por las duras tierras de unos Estados Unidos recién salidos de la Guerra de Secesión. Hay tiempo para algún momento hilarante, como el extraño matrimonio entre Martin y una muchacha india. Sin embargo, en todo momento se mantiene la dureza que Ethan intenta mantener, ya que no se permite a sí mismo ni un momento de calma o paz. Digamos que se auto flagela, ya sea para cumplir una penitencia o para seguir sintiendo algo.


Al final encontrarán a Debbie, pero la chica parece no recordar (o mejor dicho, no querer recordar) casi nada de su vida anterior. Ethan se debate entre sus sentimientos, pero al final vuelve a ver en los ojos de Debbie a su pequeña sobrina favorita, aquella que lleva tantos años buscando. La realidad elimina la imagen idealizada que lo había movido a una eterna huida hacia delante, y el círculo comienza a cerrarse. Debbie se va recuperando, y finalmente Martin, Ethan y ella comienzan el regreso a casa.

Mientras para Martin y Debbie la vida, que había permanecido en un estado de stand-by durante años, vuelve a comenzar, para Ethan produce una gran sensación de vacío. Ya no tiene nada por lo que seguir luchando, y su espíritu nómada no sabe muy bien qué hacer. Perdió la guerra, perdió a su familia, luego en cierta medida la recuperó, pero para él la vida es el camino.


Los planos finales de la película son una maravilla. Con ese John Wayne que se queda mirando desde fuera, que asiste como espectador al reencuentro con la felicidad de Martin y Debbie. Y luego gira y se va hacia el desierto, el único lugar sobre el que puede vagar, como un espectro que tiene que pagar por sus pecados y que ya no tiene otra meta que errar eternamente.

El círculo se cierra. Ford nos lo deja claro, por la forma en que la película empieza y también por la forma en la que acaba. Aquí tenéis un montaje con el inicio y el final de la película. Disfrutad de ellos, y lo demás ya es leyenda...


Título original: The Searchers. Dirección: John Ford. Guión: Frank Nugent. Música: Max Steiner. Reparto: John Wayne, Jeffrey Hunter, Natalie Wood, Henry Brandon, Ward Bond, Vera Miles, John Qualen, Olive Carey, Harry Carey Jr., Ken Curtis, Walter Coy, Hank Worden.

LO MEJOR: La belleza de los espacios abiertos del salvaje oeste. La interpretación de John Wayne. La valentía de John Ford. La manera de cerrar la película.

LO PEOR: Cicatriz podría haber tenido algo más de carisma, aunque es evidente que Ford quería que solo fuera un reflejo del personaje de Wayne, y hubiera dado lugar a una película diferente y seguramente peor.

NOTA: 10/10

martes, 6 de septiembre de 2011

Una historia verdadera (1999) - The Straight Story


Tal vez moleste a los más "gafapastiles" seguidores del, para mí, genio del séptimo arte David Lynch, pero seguramente esta, su película "menos Lynchesca", sea no solo su mejor película, sino una de las escasas obras maestras que nos ha dejado el cine de los últimos 20 años. Hoy os recomiendo Una historia verdadera (1999), una preciosa película de carretera ( o road movie) que, basando su esencia en una supuesta sencillez a todos los niveles, nos regala unos momentos de puro cine. Es una historia dura y al mismo tiempo hermosa, es un regalo de David Lynch al séptimo arte. Aquí el director rebaja su salvaje simbolismo al mínimo, y se toma su tiempo, respirando profundamente, para llegar a tocar la esencia del cine. Por momentos, lo que vemos es perfecto, y el resultado final es muy gratificante. Todo aderezado con la sensacional banda sonora de Angelo Badalamenti.




La historia se apoya al mismo tiempo en una impactante y hermosa fotografía de los Estados Unidos rurales más acogedores que nunca se han rodado, y en la impresionante figura elegíaca de Richard Fansworth, que alcanza el mito en la que fue su última interpretación antes de morir. Es una película que se acomoda en el ocaso como concepto, en la cercanía de la muerte, pero de una forma cálida y agradable. La muerte está ahí, a la vuelta de la esquina, pero cualquier instante anterior está lleno de vida, de sol que se pone en el horizonte y que ya casi no calienta, pero que todavía ilumina.


Alvin Straight (Fansworth), da nombre a la película (jugando con los dobles sentidos) y se convierte en el protagonista de la cinta. Es un hombre viudo que ya ha superado los 70 años y que vive con su hija discapacitada intelectual (una breve pero intensa Sissy Spacek) en su granja de Iowa. Está enfermo hasta niveles que nos cuesta imaginar (enfisema, problemas de movilidad, progresiva ceguera...). El caso es que se entera de que su hermano Lyle (Harry Dean Stanton), con el que no habla desde hace muchos años por una disputa, está muy enfermo y no le queda mucho tiempo de vida. Decide ir a visitarlo y zanjar la disputa, y para ello tira del único transporte que tiene a mano, una segadora con la que tendrá que recorrer los más de 500 kilómetros que lo separan de su hermano.


Aquí empieza la road movie. Asistimos a un viaje, definitivo para él e inicíatico para todos los que se encuentra en el camino, que fluye gracias al deseo y las ganas, una épica sencilla, trascendente y entrañable de un hombre vencido pero no derrotado luchando contra los elementos. Un Quijote que quiere hacer las paces consigo mismo y con los demás, porque es lo que debe hacer.


Tenemos 100 minutos de pureza cinematográfica, de grandes interpretaciones y de una fotografía que vergonzosamente no pilló nominación en los Oscar (afortunadamente Fansworth sí que tuvo su nominación). Hay incluso algún pequeño recoveco para que Lynch incluya algunos guiños a su especial simbolismo cinematográfico. Y es que hay sitio para todo en esta joyita que sorprendió a todos a finales de los 90 del pasado siglo XX.


Es una película para recostarse en el sillón y disfrutar de un spa de cine, de un mensaje que parece no tener un rumbo fijo, de una trama que parece no querer decir nada, de unos personajes que van y vienen, como la propia vida. Porque esta película es eso, vida, como el poema de Jorge Manrique. Es una película triste en algunos momentos, pero sobre todo es una película optimista, es una película para "mover el culo". Queremos que el tipo consiga su cometido, estamos dispuestos a empujar esa segadora en las cuestas, y a taparle con una manta en las noches frías. Porque merece la pena, porque este viaje es "el viaje". Porque esta película produce empatía y buen rollo desde el primer fotograma.


Título original: The Straight Story. Dirección: David Lynch. Guión: John Roach, David Lynch. Música: Angelo Badalamenti. Reparto: Richard Fansworth, Sissy Spacek, Harry Dean Stanton.

LO MEJOR: Todo.

LO PEOR: Nada.

NOTA: 10/10

viernes, 2 de septiembre de 2011

Golpe en la pequeña China (1986) - Big Trouble in Little China



Cuando un director de culto como John Carpenter, se introduce en uno de los géneros más de culto que existen, como es el cine de Hong Kong, el resultado tiene que ser, por narices, una película de culto difícilmente clasificable, y esa es Golpe en la pequeña China, una cinta que tiene un perfume años 80 inigualable.

En esta película, entre otras cosas, encontraremos magia, artes marciales, misterio, aventuras alocadas, acción colorista, personajes carismáticos, enormes camiones MACK, serie B... Además, para ser un título de culto con todas las de la ley, hay que añadir que en su momento la película fue un rotundo fracaso en taquilla

Carpenter decidió coger a Kurt Russell (nunca estuvo tan bien como cuando trabajó con Carpenter: La cosa, 1997: rescate en NY...) y meterlo de lleno en un submundo chino lleno de magia y comedia negra con clara inspiración en la serie B, acompañado por un reparto de campanillas que va desde la emergente (en aquel momento) Kim Cattrall, a estrellas del cine de kung fu de Hong Kong de los 80 como Carter Wong.


Dado que siento predilección por el cine de Carpenter, es probable que no sea objetivo al juzgar su filmografía, pero siempre defenderé su cine como uno de los más entretenidos que existen. En este caso, la ambientación y la dirección artística de la película, que presenta unos geniales decorados casi teatrales que recuerdan a la serie B de aventuras de los años 30 y 40, son una maravilla evocadora que te mete de lleno en un mundo de fantasía del que pasados unos minutos no quieres regresar.

Para colmo, Carpenter y Russell nos regalan uno de los "héroes" más interesantes de la historia del cine de aventuras, el bravucón y bocazas Jack Burton, un camionero cansino y fanfarrón, torpe y pendenciero, valiente y gracioso, guay y más guay... Y también nos enseña a una Cattrall joven y llena de esperanza y fuerza, mucho antes de que esa aberración llamada Sexo en Nueva York le robara todo lo que un día moló en ella.


En esta película con vocación de videojuego (en el buen sentido de la expresión), tenemos hasta un villano perfecto al más puro estilo de Hong Kong: un viejo chino con largos bigotes y poderes mágicos llamado Lo Pan, interpretado por James Hong. Y como todo gran villano de Hong Kong, tiene unos subalternos, por un lado los villanos que van todos vestidos igual y que son fáciles de vencer, y por otro sus tres lugartenientes, llamados los 3 tormentas (Carter Wong, James Pax y Peter Kwong), que hacen las veces de unos geniales "jefes de fase".


Pero esta película es mucho más que artes marciales y wuxia (de hecho solo hay una gran pelea en la película, aunque es bastante multitudinaria), ya que la pura aventura no tarda en aparecer, y hablamos de una aventura muy del gusto de la época, al estilo de películas como Los Goonies.

En esta película la trama no es lo importante, lo que de verdad importa de este viaje es el viaje en sí, el camino, no la meta. Asistir anonadado a una sucesión de imágenes que nos transportan a cuando teníamos 10 años y creíamos que en el mundo todavía había cosas por descubrir, lejanos mundos habitados por culturas ancestrales que guardaban secretos. Ver Golpe en la pequeña China es como asistir a una sesión de magia, y cuando ya la has visto varias veces, es como ese efecto mágico que no deja de sorprenderte. Es una película para volver a ser niños.


Si decimos que lo mejor de la película es que es divertida, muchos listillos dirían que entonces no es una buena película. Bien, yo digo que una mierda para ellos. Esta es la clásica película que fomenta las iras de los snobs del cine, esos hypsters que disfrutan poniendo caras serias y sacando pegas al cine de Bergman mientras aseguran que el cine holandés es muy superior al sueco. Pues bien, en este blog, en el cual igual recomiendo El séptimo sello que Rocky 3, intentaré no caer en ese clasismo snob del cine que tanta repugnancia me produce. Ah, y si te has sentido ofendido por este párrafo seguramente seas un gilipollas (ojo, no digo que seas gilipollas, sino un gilipollas, uno más, ni si quiera vales para ser "el gilipollas").

Como diría Jesús Palacios, yo soy más cinéfago que cinéfilo. He venido a recomendar "buena mierda" a aquellos que no han tenido la suerte de recibir amplios conocimientos sobre cine. No soy ningún héroe, solo cumplo con mi obligación. Así que confiad en mí, si no lo habéis hecho ya, tenéis que ver Golpe en la pequeña China...


Ah, que queréis saber de qué va. Pues de qué va a ir... Los malos secuestran a la chica, y el bueno tiene que salvar a la chica y de paso el mundo.

Título original: Big Trouble in Little China. Dirección: John Carpenter. Guión: Gary Goldman, David Weinstein. Música: John Carpenter. Reparto: Kurt Russell, Dennis Dun, Kim Cattrall, Victor Wong, James Hong, Kate Burton, Carter Wong, James Pax, Peter Kwong, Donald Li.

LO MEJOR: Jack Burton y David Lo Pan. Carpenter, él se lo guisa y él se lo come. La esencia del cine de Hong Kong recuperada de una manera muy digna. Pura diversión.

LO PEOR: El recibimiento que tuvo en su momento. Si se hubiera cuidado un poco más el guión hablaríamos de una obra maestra. No termina de definirse y se vuelve muy multi-género.

NOTA: 7/10.