Lo que hoy os traigo no es otra cosa que uno de los títulos más míticos del cine de aventuras juvenil de los 80, y que seguramente ocupe el más alto escalón junto con Los Goonies y las aventuras de Indiana Jones, y ese título no es otro que la deliciosa El secreto de la pirámide, esa película basada en el universo del genial investigador Sherlock Holmes (que ya visitó este blog con "la vida privada" que nos mostró Wilder) que Steven Spielberg se empeñó en producir.
Y es que en esta ocasión estamos ante uno de esos títulos llamados "what-if", que viene a ser un "y sí..." que construye una historia alternativa, o que ofrece un nuevo punto de vista sobre algo. En este caso, los chicos de Spielberg decidieron coger el mítico personaje de Conan Doyle y su universo, y construir con todo eso una comedia juvenil de aventuras. A primera vista, esto podría haber cargado las tintas de los seguidores acérrimos del personaje, sin embargo, el experimento funcionó y resultó grato. Una especie de broma bienintencionada que jugaba con la idea de unos adolescentes Sherlock Holmes y John Watson conociéndose en un prestigioso internado inglés y comenzando sus correrías e investigaciones.
Obviamente, esta idea puede parecer absurda para los seguidores del personaje, pero en la propia película se advierte de que precisamente por eso se juega con ese concepto. Ahí está el "what-if" del que hablaba antes. ¿Se imaginan que hubiera pasado si Watson y Holmes se hubieran conocido en sus años mozos? Sin lugar a dudas hubieran vivido geniales aventuras. Y eso es lo que pasa.
La película es recordada por la gente de mi generación (generación Naranjito y alrededores) por muchas razones: por un lado tenemos una ambientación impresionante (realmente respiramos ese Londres victoriano sumido en la niebla del Támesis), por otro unos efectos especiales pioneros (la mítica escena del caballero-vidriera es el mejor ejemplo), y por último una historia que compacta de forma genial el tono de aventura pulp de los años 20 y 30 con el universo de Sherlock Holmes, plasmado en el guión de Chris Colombus, que ya empezaba a despuntar.
La producción, como ya he comentado, es exquisita. No estamos ante una obra maestra del séptimo arte, pero estamos ante una obra perfecta, al menos de la forma en que fue diseñada. Y si la ambientación, los decorados, el arte, los efectos especiales, la historia, el marco histórico, y muchas cosas más fueron muy bien escogidas, el reparto no se iba a quedar atrás.
¿Alguien podría imaginarse ahora a otro joven Sherlock Holmes que no fuera Nicholas Rowe? Seguramente no, y es que este actor británico alcanzó con esta, la que fue su segunda película, su papel más importante y recordado. Rowe ha seguido trabajando a su ritmo, y es que le gusta hacer las cosas bien. Hijo de un importante político, estudió lenguas hispánicas (habla perfectamente español, francés y portugués, además de su inglés nativo), y compartió su vida con la actriz Lou Gish hasta la muerte de ésta, a los 38 años en 2006.
Para el papel de John Watson, se escogió al joven Alan Cox (hijo del actor Brian Cox), y la chica de la película, la cual está ahí principalmente para morir y producir esa apatía amorosa en Holmes, es interpretada por una realmente guapa Sophie Ward, en el papel de Elizabeth Hardy, la sobrina del mentor y amigo de Holmes, el profesor Waxflatter (interpretado por Nigel Stock).
El malo (que como puede verse en la escena que se muestra tras los créditos finales se convertirá en la némesis de Holmes, el malvado profesor Moriarty) no es otro que el profesor Rathe (interpretado por Anthony Higgins), que acompañado por su hermana y por una secta de criminales con gusto por lo egipcio, hará una escabechina entre las clases intelectuales egiptólogas de Londres.
Tenemos acción, aventuras, momentos cómicos (genial el ataque de terror que tiene Watson en el cementerio, en el que es atacado por pequeños pastelitos salidos del infierno de los Teleñecos), momentos dramáticos... Todo llevado con un ritmo espectacular por Barry Levison. ¡Y qué música! La suite compuesta por Bruce Broughton está a un nivel muy alto, y se convierte en un personaje más de la cinta. Sin lugar a dudas una de las bandas sonoras clave de los 80. Por cierto, su melodía fue usada de forma bastante ridícula en los teasers de El Internado, de Antena 3, antes de ser estrenada.
Esta película se diseñó de forma impecable: universo Holmes, Egipto, Londres victoriano... Me cuesta imaginar un mejor marco para una historia de aventuras. Además, el resultado fue genial. Puro cine de aventuras de los 80, con ese diseño de producción tan característico y entrañable. Fue la primera película que introdujo el CGI (imagen generada por ordenador) en la escena del caballero-vidriera, pero mantiene ese inconfundible aroma a autenticidad que irónicamente tenían aquellas películas de cartón piedra y antorcha en mano. ¡Lo mejor para una tarde invernal de domingo!
Título original: Young Sherlock Holmes. Dirección: Barry Levison. Guión: Chris Colombus. Música: Bruce Broughton. Fotografía: Stephen Goldblatt. Reparto: Nicholas Rowe, Alan Cox, Sophie Ward, Anthony Higgins, Susan Fleetwood, Nigel Stock, Roger Ashton-Griffiths, Freddie Jones.
LO MEJOR: Universo Holmes y la egiptología de la época victoriana juntos. Diversión sin freno. Genial música. Nos creemos lo que vemos y somos transportados a ese mundo.
LO PEOR: Si hubiera sido un poco más oscura, la película hubiera alcanzado cotas difíciles de imaginar.
NOTA: 7.5/10
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