jueves, 27 de octubre de 2011

Robocop (1987)


¿Qué puedo contar de una de mis películas favoritas? Hoy os recomiendo la muy infravalorada Robocop, del controvertido director holandés Paul Verhoeven, una perfecta mezcolanza de ciencia-ficción, acción, comedia negra y crítica social, y con un muy estudiado y delicioso toque de serie-B. Esta película, a finales de los 80, ejerció de oráculo para lo que habría de venir, al igual que otros títulos de su época, como la también infravalorada Perseguido (The Running Man).


Se podría caer en el error de pensar que estamos simplemente ante una película de acción ochentera de serie B, pero Paul Verhoeven no suele dar puntadas sin hilo. De hecho Robocop es una sátira feroz sobre un mundo deshumanizado, dominado por el capital de las grandes empresas y corporaciones (¿les suena de algo?) que en un futuro reconocible y cercano, han llevado al mundo a un callejón sin salida de consumismo sin control en el que la gente no vale nada.


Tenemos a un buen hombre, un policía de libro, honrado y honorable, Alex Murphy (el siempre prestigioso Peter Weller), que en su primer día como agente en Nuevo Detroit (típico paisaje urbano-distópico) es acribillado a balazos (en una de las escenas más brutales jamás rodadas) por la banda del criminal número uno de la ciudad, el cruel y cínico Clarence Boddicker (un genial Kurtwood Smith).


Murphy está acabado, pero los médicos consiguen salvar la suficiente proporción de su cuerpo para que Bob Morton (Miguel Ferrer), un joven y ambicioso ejecutivo de la todopoderosa corporación OCP (dueña de todo, incluida la policía de Nuevo Detroit) lleve a cabo su proyecto de policía cyborg. El nombre de ese proyecto es Robocop. Así que Morton pasa por encima del ejecutivo estrella de la compañía, el malo de la película y uno de los villanos icónicos de los 80, Dick Jones (Ronny Cox), y le pisa el proyecto delante del jefazo de la compañía.


Y esto lo consigue porque el proyecto estrella de Dick Jones, el robot vigilante ED-209, monta una masacre en su presentación. Así que Robocop se convierte en un éxito y es introducido en la policía de Nuevo Detroit (un cuerpo en el que día sí día también están haciendo colectas para las familias de los policías muertos en acto de servicio). Pero Jones decide deshacerse, primero de Bob Morton, y luego de su creación, Robocop. Así que una a Boddicker y su banda para alcanzar sus planes.


Como veis la trama no es excesivamente original, pero sí lo es la manera en que se lleva a cabo. Estamos ante una historia de corrupción, honor y venganza, pero contada con un brutal sentido del humor negro que quedó perfectamente condensado en una serie de falsos anuncios televisivos de productos que están compilados en los siguientes vídeos, lo que también fue realizado en la película Perseguido, que trataré otro día.





Hoy en día, vemos esta película y nada nos sorprende, pero si nos damos cuenta de que fue rodada en 1987, una década en la que había una extraña mezcla entre optimismo y pesimismo flotando en el aire, vemos que aquellos que la pensaron hicieron muy bien su trabajo de videntes. Algo nos dice que estamos muy cerca de ese mundo que nos enseñan, mucho menos poético y lírico que el de Blade Runner, pero también mucho más cercano.


Otro de los puntos fuertes de la cinta es la genial banda sonora de Basil Poledouris, uno de mis músicos de cine favoritos (la de Conan es, para mí, la mejor BSO jamás grabada). Poledouris nos ofrece unas épicas melodías industriales que, con sonidos que parecen provenir de una forja, reflejan perfectamente el entorno metálico y frío en el que se mueve la historia.


Tiene grandes momentos canallas, puntazos humorísticos, muertes tan desagradables como cómicas, impactos visuales... En fin, todo lo que se le puede pedir a uno de los títulos míticos de los 80. Por dar un ejemplo, si la muerte de Murphy es brutal, la muerte de uno de los secuaces de Boddicker, Emil (Paul McCrane) tiene una de las muertes más recordadas e impresionantes de la historia del cine, deshaciéndose primero, y luego fulminado por una furgoneta, tras pegarse un buen baño de residuos tóxicos.


En fin, que Robocop es una gran película que se puede ver por muchos motivos, pero el principal es que es extremadamente entretenida y espectacular. Sus secuelas fueron reduciendo la calidad desde la más que digna segunda parte hasta la ridícula y horrible tercera entrega, pero el aroma de la primera sigue inalterable más de 20 años después. Una película de ciencia-ficción que cada vez tiene menos ficción...

Título original: Robocop. Director: Paul Verhoeven. Guión: Edward Neumeier, Michael Miner. Música: Basil Poledouris. Fotografía: Jost Vacano. Reparto: Peter Weller, Nancy Allen, Kurtwood Smith, Ronny Cox, Miguel Ferrer, Daniel O'Herlihy, Ray Wise, Paul McCrane, Jesse Goins, Robert DoQui.

LO MEJOR: La acertada fotografía social. Los "pasotes" de Paul Verhoeven. El genial humor negro.

LO PEOR: No se me ocurre nada que reflejar...

NOTA: 8/10.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Una noche en la ópera (1935) - A Night at the Opera


Si tuviera que eligir 5 comedias, 5 películas para reírme a carcajadas, una de ellas sería Una noche en la ópera, de ese grupo extravagante de cómicos de vodevil que eran los Hermanos Marx. Para mi gusto, su mejor película, con ese exquisito y romántico diseño de producción que tenían esas películas de los años 30, rodadas casi por entero en decorados, en los que los directores de arte hacían verdaderas maravillas.


Digo que esta película es para mi gusto la mejor de los Marx, porque considero que los integrantes del núcleo duro de la familia (Groucho, Harpo y Chico) están perfectos en sus respectivos papeles, más graciosos que nunca, y tan bien, más comedidos en algunos aspectos. La primera vez que la vi fue hace muchos años, unos 20 (y tengo 29), en la 2. Recuerdo que la estaba viendo, solo, sin saber quién eran estos tipos, y prácticamente no dejé de reírme durante los 90 minutos que dura la película. Ahora me sigue pasando lo mismo. Es lo que me gusta de los hermanos Marx, te hacen disfrutar a varios niveles, desde el surrealismo de la elocuencia de Groucho, hasta el humor físico y visceral de Harpo, pasando por la sutil ironía crítica de Chico.


En esta película, además, se olvidan de sus números musicales de vodevil (los cuales me parecen un poco pesados, pero del gusto de la época), y limitan los números musicales a una genial representación étnica (en el barco camino de los Estados Unidos) y la representación de la ópera en sí, posiblemente la vez que este noble arte se ha visto mejor reflejado en una película. La obra elegida es una de las míticas: Il Trovatore.


Además, esta película contiene algunas de las más míticas escenas de los Marx, como la de "la parte contratante", "la escena del camarote" (muchos creen que hay una película que se llama El camarote de los hermanos Marx, pero no, la escena es de esta película), Harpo trepando por el telón del teatro, y un largo etcétera.


Aquí el hilarante vídeo de esta escena:


Lo cierto es que soy un auténtico enamorado del cine de comedia de principio de siglo XX. Creo que aquello que hicieron los Hermanos Marx, Chaplin, Buster Keaton, Harold Lloyd, etc, no tiene precio. Eran los días de oro de la comedia, aquellos tiempos en los que Hollywood se oreó con el aire fresco que venía de New York, Chicago, la vieja Europa, y en general de cualquier lugar que no fuera California.


Se podría caer en el error de pensar que una comedia con toques musicales y de slapstick de los años 30 se ha quedado desfasada o anticuada. Nada más lejos de la realidad, Una noche en la ópera aguanta perfectamente el paso del tiempo. De hecho, dentro de este género, es de las que mejor lo hacen.

Se trata de una obra muy completa en la que vemos al mejor Groucho Marx, un genio del humor luciéndose en el papel del mítico Otis B. Driftwood, vividor profesional y directivo de una compañía de ópera, empeñado en ordeñar económica y socialmente a la millonaria señora Claypool (Margaret Dumont). Claypool y Driftwood llevarán su ópera de Italia a New York en barco para la nueva temporada teatral, y ahí comenzará un caos generalizado y tremendamente divertido.


Y como también sucediera en Una tarde en el circo 4 años después, una historia de amor entre un humilde tenor italiano sin suerte ni nombre (Allan Jones en el papel de Ricardo) y una soprano convertida en la nueva sensación (Kitty Carlisle en el papel de Rosa) articula la historia para que tenga sentido, pero sin robar el foco de atención, que siempre permanece sobre los Marx.


Por lo tanto, los Marx, dejan de lado sus aspiraciones de vividores y charlatanes para ayudar a la pareja, forzando que Ricardo consiga el papel principal de la obra tras convertirla en el mayor y más hilarante de los desastres ocurridos en un teatro. Con Harpo y Chico infiltrados en la orquesta y en el elenco de actores, y con un genial Groucho vendiendo cacahuetes a media obra, como si de un partido de béisbol se tratase.

Aquí podemos ver un trozo de la escena de la representación:


En fin, estamos ante una obra maestra del género, una película que a mí me hace reír a carcajadas, como si estuviera loco. No podéis dejar de ver esta maravilla. ¡Es una orden! Si no habéis visto la ópera de Groucho, no habéis visto nada...

Título original: A Night at the Opera. Dirección: Sam Wood. Guión: George Kaurman, Morrie Rysking. Música: Herbert Stothart. Fotografía: Merrit Gerstad. Reparto: Groucho Marx, Harpo Marx, Chico Marx, Margaret Dumont, Kitty Carlisle, Allan Jones, Sig Ruman, Walter W. King, Edward Keane.

LO MEJOR: Groucho en estado puro. Se ríe con y del mundo de la ópera de un modo genial y respetuoso. Te reirás, aunque a veces no sepas de qué. Es una obra maestra del género.

LO PEOR: Los clásicos tiempos muertos de la comedia de la época (aunque en este caso no se notan tanto como en otros títulos).

NOTA: 10/10.

viernes, 7 de octubre de 2011

Con la muerte en los talones (1959) - North by northwest


Nunca un traje le quedó tan bien a un hombre. Seamos francos, tomos queremos ser Cary Grant en Con la muerte en los talones. Con ese impecable traje azul que lo aguanta todo, persecuciones urbanas, forcejeo  ataques de avionetas, escalada libre... Pase lo que pase, tanto Cary Grant como su traje permanecen enteros, entrañables, geniales. Por eso todos queremos ser Cary Grant. Por aquel entonces decían eso de "las mujeres lo desean, y los hombres quieren ser como él". Y es que el bueno de Grant se metía a todos en el bolsillo, como cuando utilizaba los rumores sobre su supuesta homosexualidad para parecer todavía mas cercano, más simpático, más Cary Grant... Este tipo era un genio, sin lugar a dudas.


Y otro genio como Alfred Hitchcock lo sabía muy bien. El icónico director británico, que de esto sabía un rato, entendió que Grant era su hombre para este trabajo, una comedia de suspense con un ritmo frenético y un eco canallesco. Es bien sabido que a Hitchcock le perdía el humor negro, que le gustaba hacer bromas ácidas, y en esta película es donde se ve mejor.

Este film es una película con mayúsculas, perfecta (porque hasta tiene esos pequeños fallitos que hacen más completa una película), desde el primer momento que vemos unos espectaculares créditos de apertura, diseñados por ese diseñador gráfico que conocemos todos los que no sabemos más nombres de diseñadores gráficos, Saul Bass, hasta que el guión se va de farra y todo se vuelve loco. Desde el momento en que las letras empiezan a tomar perspectivas forzadas, piensas: "esto me va a gustar".


Y todo comienza por una curiosa casualidad. Roger Thornhill (Cary Grant), un publicista de la época en plan Mad Men, pero más gracioso y simpático, es confundido con un agente doble por los malos de turno, y de repente, tenemos una historia bastante difícil de creer pero tremendamente entretenida. Pura diversión del mejor Hitchcock, de ese que parece un crío malcriado y disfruta torturando actrices rubias.


Lo cierto es que esta es una película difícil de contar, es complicado decir de qué va más allá de la premisa básica. Y lo bueno es que no se genera una historia compleja, más bien todo lo contrario, recibimos algo parecido a un juego de niños, un lugar donde pasan cosas, y no importa mucho el por qué. Toda con una genial esencia art deco, con esa arquitectura de los 50 y 60, y con unos contrastes impresionantes que van desde la ciudad al campo, pasando por el desierto o el mismísimo Monte Rushmore.


Todo es muy inverosímil. A Hitchcock le encanta generar esa sensación. No solo el hecho de que te persiga una avioneta (sí, la archiconocida escena), o de que estés al lado de un joven Martin Landau y no sospeches que es un vilano a primera vista. Lo más inverosímil de todo, y también lo más divertido, es cómo se toma el personaje de Cary Grant todo lo que le sucede. Derrochando toneladas de carisma y buen rollo, Grant se come la película en múltiples y generosos bocados. Es un tío guay, es un tío con el te gustaría tomar una cerveza y charlar un rato. Es cercano y la vez inaccesible. 


Y la que más lo sufre es la chica de la película, la rubia (vaya, no me digas que Hitchcock dirige esta película) Eva Marie Saint, que aunque debe vigilar al personaje de Cary Grant, termina enamorándose de él. Y lo que es más importante, ¡a él le pasa lo mismo! El soltero de oro se enamora a primera vista, tal vez por el calentón que le aporta el hecho de que intenten matarle cada 5 minutos...


Pero da igual lo que pase en la película, solo tenemos ojos para Cary Grant y esa impresionante arquitectura tan característica. Y es que hay cosas impagables, como los geniales momentos en los que el personaje de Grant habla con su madre, o cuando se toma las cosas con su particular filosofía de "bueno, podría ser peor". Hitchcock consigue introducir toneladas de comedia en una cinta de suspense y conseguir que la intriga se mantenga intacta y absolutamente seria. No se trata de una parodia, se trata de una mezcla de géneros que contra pronóstico sale victoriosa en todos los embates.


Y no es que al orondo y británico director le de por la contención, la verdad es que lo da todo en la pantalla, algo muy de su estilo, forzando ángulos de cámara, realizando geniales trucos artesanales para los efectos especiales, y sí, también pasándose tres pueblos cuando le apetece. ¡Y qué bien resulta todo! Y eso sin hablar de la deliciosa fotografía de Robert Burks o de la divertida música Bernard Herrmann (¿puede un nombre ser más alemán?)...

Con la muerte en los talones es un clásico intemporal, una historia perfectamente construida y mostrada que solo hubiera sido mejor en nuestro país si se hubiera mantenido el título original que viene a ser algo así como Al norte por el noroeste. ¿Por qué? Pues porque lo de "con la muerte en los talones" suena demasiado obvio para una película que tiene genes de trilero y de imaginero de Disneylandia, de Tamariz tocando el violín, o de fuegos artificiales. Incluso un título como CULO hubiera sido mejor (y seguro que a Hitchcock le hubiera gustado más). ¡Haced el favor y vedla de una vez, aunque la tengáis que descargar de PeliculasYonkis!

Título original: North by Northwest. Dirección: Alfred Hitchcock. Guión: Ernest Lehman. Música: Bernard Herrmann. Fotografía: Robert Burk. Reparto: Cary Grant, Eva Maire Saint, James Mason, Martin Landau, Leo G. Carroll, Josephine Hutchinson, Philip Ober, Edward Platt, Adam Williams, Jessie Royce Landis.

LO MEJOR: Cary Grant está inmenso, entrañable, gigantesco. Y su traje no digamos. Divertida a rabiar. Como con las buenas ilusiones de magia, hasta cuando sabemos dónde está el truco nos dejamos engañar como niños.

LO PEOR: La traducción del título está grabada a fuego en España, pero no fue la mejor idea que se ha tenido a la hora de traducir títulos (aunque tampoco la peor, eso es verdad).

NOTA: 10/10.

martes, 27 de septiembre de 2011

Un día de furia (1992) - Falling Down


¿Puede haber una película que refleje mejor lo que siente la mayoría de la gente en estos días de crisis, recesiones, bodas de duquesas, políticos corruptos y 2000 euros de dietas? Yo creo que no, ya que Un dia de furia, del irregular Joel Schumacher, se ha convertido en un icono para todos los ciudadanos indignados de  las grandes ciudades desde que se estrenara, hace casi 20 años.


Estamos ante una película que ha recibido tantas críticas como alabanzas. Se la ha acusado de ser una declaración fascista, pero también de ser un alegato anarquista. Unos dicen que es una película de extrema derecha, otros dicen que es de extrema izquierda. Lo cierto es que simplemente es una película, pero los críticos son bastante toca-pelotas. Y es que este film bebe del estilo cultivado por el thriller de los años 80 (que a su vez bebía del que se creó en los 70, gracias a gente como Siegel o Peckinpah).

Un día de furia comienza con William Foster (Michael Douglas) metido en un monumental atasco en una carretera de Los Ángeles, mientras se dirige a casa de su ex mujer por el cumpleaños de su hija. Foster, un trabajador del ministerio de defensa, sufre un desequilibrio mental que solo se manifiesta en situaciones límite, y más de una de esas situaciones está apunto de aparecer...


Así que Foster se le cruzan un poco los cables y se ve forzado a abandonar su coche en el atasco y salir a buscar un poco de aire fresco. Ese hombre conservador, que viste como visten los controladores de la NASA de las películas ambientadas en los 70 y que tiene un corte de pelo de estilo militar, parece relajarse un poco, pero pronto se encontrará con problemas cotidianos que aparecen en cualquier ciudad: unos matones que te quieren chulear, un tendero que te trata como si fueras basura, una hamburguesería que te repite una y otra vez sus estúpidas reglas a la hora de servir desayunos, un fanático nazi que te cree su igual...


En una crítica un tanto tramposa (aunque innegablemente hábil y valida) de la sociedad urbana moderna, un Foster instalado en el nihilismo, por culpa de una serie de sucesos aleatorios, se introduce en una huida hacia delante que va cogiendo más y más velocidad, hasta que alcanza el punto de no retorno. Foster se convierte en un vengador urbano, en un libertario anarquista que encarna toda la frustración del ciudadano medio, aunque este ciudadano medio esté también medio loco.


Por otro lado tenemos al policía que se enfrenta a su último día de trabajo antes de retirarse, Prendergast (Robert Duvall), que seguirá los pasos de un cada vez más desquiciado Foster, e intentará pararle los pies. Se nos presentan, por lo tanto, a dos hombres (casi) corrientes enfrentados por cuestiones de puro azar. El mensaje es que el espectador podría ser cualquiera de los dos, que solo los pequeños detalles te pondrían a un lado o al otro de la línea. Hay algo de terror en esta película. Hay algo que nos asusta al mostrarnos una parte oculta de nosotros mismos, una parte que nos da algo de miedo, y que también nos gusta un poco.


Todavía me extraña que ninguna televisión haya aprovechado el momento que vivimos para poner una y otra vez esta película, esta especie de V de Vendetta alocada y colorista hija de los 90. Es una película cínica, tramposa, juerguista, nihilista, pero también angustiosa, triste... Consigue que empatices con los dos protagonistas, consigue que hagas tuyos sus problemas. Notas ese horrible calor de Los Ángeles, la opresión de ese ambiente lleno de polución, notas que, cualquier día tú podrías ser otro William Foster.

Esta es, ante todo, una película divertida, entretenida y ágil, pero también un espectáculo claustrofóbico y nihilista que puede afectar a más de uno. Les añado algunos de los mejores momentos del film, algunos de los detonantes que van subiendo el mercurio en el termómetro de William Foster:

La escena del dependiente Coreano:



La escena de la hamburguesería:



La escena del nazi de la tienda militar:


Título original: Falling Down. Dirección: Joel Schumacher. Guión: Ebbe Roe Smith. Música: James Newton Howard. Fotografía: Andrzej Bartkowiak. Reparto: Michael Douglas, Robert Duvall, Barbara Hershey, Rachel Ticotin, Lois Smith.

LO MEJOR: La capacidad que tiene para hacernos sentir todo lo que siente el protagonista. Un ritmo frenético.

LO PEOR: Es algo tramposa y poco sincera. A veces parece que hay muchas acciones y que faltan algunas reflexiones, la película podría tomarse un respiro para ganar profundidad.

NOTA: 7/10.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Excalibur (1981)


En los últimos años se ha puesto muy de moda eso de "las películas desmitificadoras". Esto no estaría mal si esas películas no trataran sobre mitos. Personalmente no aguanto eso. Mis películas legendarias me gustan míticas y épicas. Estoy hasta el pene, si me permitís la expresión, de joder mitos cuando no es necesario. ¡Señores, no estamos hablando del salvaje oeste, estamos hablando de leyendas! En este caso artúricas. Y hoy trato una de, para mi, las mejores sobre el tema. Una película inmensa de británico John Boorman, la sin igual Excalibur.


Aquí tenemos leyenda artúrica pura y dura: la espada Excalibur es un regalo de la Dama del Lago, y además es una espada mágica (¡como debe ser!), los caballeros de la Mesa Redonda parecen caballeros, el Grial trae poder... ¡Esto es lo que queremos del Rey Arturo y sus secuaces! 

Ahora se ha puesto de moda que Arturo sea una especie de legionario romano con una espada de mierda. ¿Pero esto qué es? Arturo (Nigel Terry) tiene que ser el hijo bastardo de Uter Pendragón (Gabriel Byrne), y tiene que sacar la espada de la piedra para pasar en un sencillo paso de ser paje a ser rey. ¡Joder! (Perdón).


Y es que aquí el mago Merlín (Nicol Williamson) hace magia, y Morgana (Helen Mirren) también hace magia. Por cierto, vaya reparto completito que llevamos, ¿eh? Pues todavía queda por nombrar, entre otros, unos jóvenes Liam Neeson (que hace del caballero Gawain) y Patrick Stewart (Leondegrace). No me puedo creer que no os apetezca tiraros al videoclub (es una forma de hablar, porque todos sabemos que ya no existen) a por una copia...


Y sí, la reina Ginebra (Cherie Lunghi) le pone la cornamenta, el astado, las comillas, o como queráis llamarlo al rey Arturo con su primer caballero y mejor amigo, el bravo Lanzarote (Nicholas Clay). Y Morgana engaña a Arturo (que es su hermano) para engendrar al malvado Mordred (interpretado por el malogrado Robert Addie). Así eran estas cosas en aquellos tiempos que nunca existieron. No juzguéis si no queréis ser juzgados...


Esta película es una maravilla visual, una historia contada a la antigua usanza, con unas armaduras que parece que pesan, y que brillan y refulgen (menos la del caballero negro, claro). Para colmo, el gran Trevor Jones pone la música. Sí, esta es una película épica, pero no al estilo épico de Michael Bay, no, esta es una película que pertenece a otra época, al estilo de la Los señores del acero (que debe mucho a Excalibur) de Paul Verhoeven, o al cine de Richard Fleischer.


Y sí, al final Arturo se va a Avalon, donde descansará ni vivo ni muerto hasta que tenga que volver a salvarnos a todos de esta mierda de mundo lleno de políticos (por favor, Arturo, vuelve pronto, que van a hacer mas recortes en sanidad y educación).

Excalibur es una película dura, áspera, pero tremendamente gratificante. Es pura aventura, espada y brujería ochentera. Sangre en el campo de batalla. Honor, venganza, redención, perdón... El grano de la película es gordo y feo, la fotografía de Alex Thompson nos rasca las retinas, y qué gran decisión fue esa. Aquí no hay HD ni 3D, ni pollas en vinagre. Aquí hay cine.


La niebla de guerra (tan presente en los videojuegos) es omnipresente a lo largo de la cinta. Una sensación de angustia, de claustrofobia viendo un mundo que se termina, una huida hacia delante de un tiempo que se precipita hacia la extinción. Ese es el mensaje de Excalibur, caballeros de brillante armadura, con sus debilidades humanas, en un mundo que cambia, muta y se vuelve impredecible e irreconocible. Todo eso lo vemos en la mirada del más fiel caballero, Perceval (Paul Geoffrey), mientras intenta atrapar un mundo que se le escapa entre los dedos.


Estamos ante un hermoso cuento. Posiblemente "el cuento" por excelencia. Y John Boorman nos lo presenta como debe ser, con toda la magia, sin abusar, sin saturarnos, pero poniendo una guinda tras otra en los momentos debidos. Así se forjan las leyendas...

Título original: Excalibur. Dirección: John Boorman. Guión: Rospo Pallenberg, John Boorman. Fotografía: Alex Thompson. Música: Trevor Jones. Reparto: Nigel Terry, Nicol Williamson, Helen Mirren, Paul Geoffrey, Gabriel Byrne, Nicholas Clay, Robert Addie, Liam Neeson, Cherie Lunghi, Patrick Stewart.

LO MEJOR: La épica contenida y bien entendida elevada a su máxima expresión. Un peliculón de otra época que se fue para no volver.

LO PEOR: Puede ser algo difícil de ver para los profanos, no es una película para todos.

NOTA: 8.5/10

jueves, 15 de septiembre de 2011

El secreto de la pirámide (1985) - Young Sherlock Holmes


Lo que hoy os traigo no es otra cosa que uno de los títulos más míticos del cine de aventuras juvenil de los 80, y que seguramente ocupe el más alto escalón junto con Los Goonies y las aventuras de Indiana Jones, y ese título no es otro que la deliciosa El secreto de la pirámide, esa película basada en el universo del genial investigador Sherlock Holmes (que ya visitó este blog con "la vida privada" que nos mostró Wilder) que Steven Spielberg se empeñó en producir.


Y es que en esta ocasión estamos ante uno de esos títulos llamados "what-if", que viene a ser un "y sí..." que construye una historia alternativa, o que ofrece un nuevo punto de vista sobre algo. En este caso, los chicos de Spielberg decidieron coger el mítico personaje de Conan Doyle y su universo, y construir con todo eso una comedia juvenil de aventuras. A primera vista, esto podría haber cargado las tintas de los seguidores acérrimos del personaje, sin embargo, el experimento funcionó y resultó grato. Una especie de broma bienintencionada que jugaba con la idea de unos adolescentes Sherlock Holmes y John Watson conociéndose en un prestigioso internado inglés y comenzando sus correrías e investigaciones. 


Obviamente, esta idea puede parecer absurda para los seguidores del personaje, pero en la propia película se advierte de que precisamente por eso se juega con ese concepto. Ahí está el "what-if" del que hablaba antes. ¿Se imaginan que hubiera pasado si Watson y Holmes se hubieran conocido en sus años mozos? Sin lugar a dudas hubieran vivido geniales aventuras. Y eso es lo que pasa.


La película es recordada por la gente de mi generación (generación Naranjito y alrededores) por muchas razones: por un lado tenemos una ambientación impresionante (realmente respiramos ese Londres victoriano sumido en la niebla del Támesis), por otro unos efectos especiales pioneros (la mítica escena del  caballero-vidriera es el mejor ejemplo), y por último una historia que compacta de forma genial el tono de aventura pulp de los años 20 y 30 con el universo de Sherlock Holmes, plasmado en el guión de Chris Colombus, que ya empezaba a despuntar.


La producción, como ya he comentado, es exquisita. No estamos ante una obra maestra del séptimo arte, pero estamos ante una obra perfecta, al menos de la forma en que fue diseñada. Y si la ambientación, los decorados, el arte, los efectos especiales, la historia, el marco histórico, y muchas cosas más fueron muy bien escogidas, el reparto no se iba a quedar atrás.

¿Alguien podría imaginarse ahora a otro joven Sherlock Holmes que no fuera Nicholas Rowe? Seguramente no, y es que este actor británico alcanzó con esta, la que fue su segunda película, su papel más importante y recordado. Rowe ha seguido trabajando a su ritmo, y es que le gusta hacer las cosas bien. Hijo de un importante político, estudió lenguas hispánicas (habla perfectamente español, francés y portugués, además de su inglés nativo), y compartió su vida con la actriz Lou Gish hasta la muerte de ésta, a los 38 años en 2006.


Para el papel de John Watson, se escogió al joven Alan Cox (hijo del actor Brian Cox), y la chica de la película, la cual está ahí principalmente para morir y producir esa apatía amorosa en Holmes, es interpretada por una realmente guapa Sophie Ward, en el papel de Elizabeth Hardy, la sobrina del mentor y amigo de Holmes, el profesor Waxflatter (interpretado por Nigel Stock).

El malo (que como puede verse en la escena que se muestra tras los créditos finales se convertirá en la némesis de Holmes, el malvado profesor Moriarty) no es otro que el profesor Rathe (interpretado por Anthony Higgins), que acompañado por su hermana y por una secta de criminales con gusto por lo egipcio, hará una escabechina entre las clases intelectuales egiptólogas de Londres.


Tenemos acción, aventuras, momentos cómicos (genial el ataque de terror que tiene Watson en el cementerio, en el que es atacado por pequeños pastelitos salidos del infierno de los Teleñecos), momentos dramáticos... Todo llevado con un ritmo espectacular por Barry Levison. ¡Y qué música! La suite compuesta por Bruce Broughton está a un nivel muy alto, y se convierte en un personaje más de la cinta. Sin lugar a dudas una de las bandas sonoras clave de los 80. Por cierto, su melodía fue usada de forma bastante ridícula en los teasers de El Internado, de Antena 3, antes de ser estrenada.


Esta película se diseñó de forma impecable: universo Holmes, Egipto, Londres victoriano... Me cuesta imaginar un mejor marco para una historia de aventuras. Además, el resultado fue genial. Puro cine de aventuras de los 80, con ese diseño de producción tan característico y entrañable. Fue la primera película que introdujo el CGI (imagen generada por ordenador) en la escena del caballero-vidriera, pero mantiene ese inconfundible aroma a autenticidad que irónicamente tenían aquellas películas de cartón piedra y antorcha en mano. ¡Lo mejor para una tarde invernal de domingo!

Título original: Young Sherlock Holmes. Dirección: Barry Levison. Guión: Chris Colombus. Música: Bruce Broughton. Fotografía: Stephen Goldblatt. Reparto: Nicholas Rowe, Alan Cox, Sophie Ward, Anthony Higgins, Susan Fleetwood, Nigel Stock, Roger Ashton-Griffiths, Freddie Jones.

LO MEJOR: Universo Holmes y la egiptología de la época victoriana juntos. Diversión sin freno. Genial música. Nos creemos lo que vemos y somos transportados a ese mundo.

LO PEOR: Si hubiera sido un poco más oscura, la película hubiera alcanzado cotas difíciles de imaginar.

NOTA: 7.5/10

viernes, 9 de septiembre de 2011

Centauros del desierto (1956) - The Searchers


Esto no es que sea un clásico, no, es un título imprescindible, una película que debería ser obligatoria en los colegios (ni siquiera estoy diciendo que se imparta una asignatura de cine o de cultura en general, podría aceptar que la mostraran en Historia, o en Conocimiento del medio, en lugar de aprender los riachuelos más importantes de la endogámica provincia que toque, o en Religión, o en Ética, donde sea). 

Estamos ante una de las películas más complejas y redondas de, pónganse de pie, el titán John Ford. Palabras mayores aquí, ¿eh? Y además viene acompañado por su actor fetiche, el Duque, el oeste encarnado, el mítico John Wayne, en una de sus mejores interpretaciones (seguramente la mejor).


Nos encontramos el salvaje oeste de Ford, esa basta tierra, extrañamente hermosa, de espacios abiertos, de paisajes lunares y marcianos, en los que los hombres vagan, viven, matan y mueren. El western de la libertad, en el límite de la realidad, donde solo un puñado de tipos se adentran, más allá del límite del poder de Dios. Allí, el desierto es el infierno y el cielo. Es un sistema perfecto, herméticamente cerrado, que conforma una fábula perfecta.


Centauros del desierto no solo es uno de los títulos más importantes del género, sino que es claramente una de las mejores películas de la historia del cine. Se trata de una historia compleja, llena de lirismo, de simbolismo. No se puede ver para pasar el rato, hay que estar atento a los detalles, es entonces cuando aparecen los temas: la fidelidad, la venganza, el miedo, la soledad... No, no se trata de una película en la que salen tíos duros pegándose tiros y andando lentamente, aquí tenemos a hombres y mujeres de verdad, auténticos, enfrentados a su tiempo. La película es una búsqueda, incluso antes de que la "busqueda" comience.


Por un lado tenemos a Ethan (John Wayne), un rudo hombre del oeste, un aventurero, un nómada, un soldado derrotado que regresa de la guerra pero que no sabe a dónde dirigirse realmente, ya que su hogar no es su hogar, y solo en el camino tiene la incertidumbre de la esperanza, de que algo suceda. Por otra parte, tenemos a Cicatriz (Henry Brandon), un indio comanche que movido por la venganza (todos sus hijos fueron asesinados) ataca a los colonos de las granjas de la zona.

Desde el primero momento Ford deja muy clara la relación que hay entre Ethan y Cicatriz. Son un mismo yo en lugares diferentes del espectro. Son iguales, y solo se diferencian en los matices.


Tras una maniobra trampa de los comanches, la familia de Ethan es asesinada, pero su pequeña sobrina Debbie (Natalie Wood) ha desaparecido. Al no encontrar su cadáver, Ethan comprende que los comanches se la han llevado para criarla como uno más de ellos. Es entonces cuando con la compañía de su único pariente vivo a excepción de Debbie, Martin (Jeffrey Hunter), comienza una búsqueda sin descanso tras los pasos de Cicatriz, y por lo tanto, de Debbie.

Se podría tener la tentación de pensar que Ford trata a los indios comanches como sádicos bárbaros que atacan a gente inocente y a los blancos como pobres indefensos que solo buscan vivir en paz, pero nada más lejos de la realidad. De hecho, los ataques de los indios se producen en elipsis, mientras que los ataques de los blancos se muestran con toda su crudeza. Ford nos deja claro que no hay buenos ni malos, pero deja claro que tiene un amplio respeto por los indios, a los que ataca, pero también justifica.


Por momentos, la película se convierte en una comedia negra de colegas, o buddy movie, contando las andanzas de tío y sobrino por las duras tierras de unos Estados Unidos recién salidos de la Guerra de Secesión. Hay tiempo para algún momento hilarante, como el extraño matrimonio entre Martin y una muchacha india. Sin embargo, en todo momento se mantiene la dureza que Ethan intenta mantener, ya que no se permite a sí mismo ni un momento de calma o paz. Digamos que se auto flagela, ya sea para cumplir una penitencia o para seguir sintiendo algo.


Al final encontrarán a Debbie, pero la chica parece no recordar (o mejor dicho, no querer recordar) casi nada de su vida anterior. Ethan se debate entre sus sentimientos, pero al final vuelve a ver en los ojos de Debbie a su pequeña sobrina favorita, aquella que lleva tantos años buscando. La realidad elimina la imagen idealizada que lo había movido a una eterna huida hacia delante, y el círculo comienza a cerrarse. Debbie se va recuperando, y finalmente Martin, Ethan y ella comienzan el regreso a casa.

Mientras para Martin y Debbie la vida, que había permanecido en un estado de stand-by durante años, vuelve a comenzar, para Ethan produce una gran sensación de vacío. Ya no tiene nada por lo que seguir luchando, y su espíritu nómada no sabe muy bien qué hacer. Perdió la guerra, perdió a su familia, luego en cierta medida la recuperó, pero para él la vida es el camino.


Los planos finales de la película son una maravilla. Con ese John Wayne que se queda mirando desde fuera, que asiste como espectador al reencuentro con la felicidad de Martin y Debbie. Y luego gira y se va hacia el desierto, el único lugar sobre el que puede vagar, como un espectro que tiene que pagar por sus pecados y que ya no tiene otra meta que errar eternamente.

El círculo se cierra. Ford nos lo deja claro, por la forma en que la película empieza y también por la forma en la que acaba. Aquí tenéis un montaje con el inicio y el final de la película. Disfrutad de ellos, y lo demás ya es leyenda...


Título original: The Searchers. Dirección: John Ford. Guión: Frank Nugent. Música: Max Steiner. Reparto: John Wayne, Jeffrey Hunter, Natalie Wood, Henry Brandon, Ward Bond, Vera Miles, John Qualen, Olive Carey, Harry Carey Jr., Ken Curtis, Walter Coy, Hank Worden.

LO MEJOR: La belleza de los espacios abiertos del salvaje oeste. La interpretación de John Wayne. La valentía de John Ford. La manera de cerrar la película.

LO PEOR: Cicatriz podría haber tenido algo más de carisma, aunque es evidente que Ford quería que solo fuera un reflejo del personaje de Wayne, y hubiera dado lugar a una película diferente y seguramente peor.

NOTA: 10/10